Desde el Concilio
Vaticano II, la Iglesia ha mostrado su decisión de provocar un cambio en los
modos, estilos y métodos de llevar el espíritu de fraternidad, hermandad y
servicio mostrados por Jesús, a los corazones de la humanidad.
Este espíritu de
cambio ha llevado a la Iglesia a reformar su estructura, intentando volverla
más flexible, más cercana a los pobres y más apegada a la realidad de los
tiempos. Su espíritu de cambio ha tratado de llegar hasta el nivel más
elemental, básico y esencial de su estructura: la parroquia.
Sin embargo, como lo
afirma el Papa Francisco: “Tenemos que
reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía
no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la
gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación y se orienten completamente
a la misión”.[1]
Este escrito se enfoca
en ahondar en la vida del Consejo Pastoral Parroquial, mostrando alguno de los
desafíos y oportunidades existentes, que deben ser atendidos para volverla el
ente de comunión, cercanía y orientación misionera requerido. La reflexión de este escrito fue
enriquecido con la experiencia vivida como Vicepresidente Parroquial en la parroquia Santa Teresa de Jesús
ubicada en el barrio de Mapasingue Oeste de la ciudad de Guayaquil – Ecuador.
EL CONCEPTO DE PARROQUIA
La parroquia es la Iglesia
más cercana a los ojos y oídos de las personas. Las prácticas y actuaciones que
en ella se realicen, así como su cuidado, intenciones y vida son esenciales,
porque conforman la percepción, el sentido de Iglesia e inspiración que las personas
puedan tener. En palabras del Papa Francisco, “la parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la
escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del
anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración”.[2]
El sentido de estas acciones
que dan vida a la parroquia la empuja a perseverar en evitar ser una comunidad
aislada, seca o cerrada. La parroquia “es
comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir
caminando, y centro de constante envío misionero”.[3]
La lejanía, pobreza o
ausencia de fe que pueda existir en una parroquia no es razón para dejar
estéril la misión. Toda parroquia está llamada a estar viva, a acercarse y
abrir las puertas a otras parroquias o comunidades, establecer lazos de
solidaridad, y pedir ayuda, en caso se necesite.
Así, “la parroquia no es una estructura caduca…
Si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo la misma Iglesia que vive entre las casas
de sus hijos y de sus hijas. Esto supone que realmente esté en contacto con
los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija
estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí
mismos”.[4]
EL ESPÍRITU MISIONERO
El espíritu misionero
empieza por ser sal y ser luz de este
mundo[5].
No basta con ser sólo sal o ser sólo luz. Hay que ser ambas cosas a la vez.
Este espíritu invita a
mover el corazón, a buscar un más en nuestras vidas y a preguntarse qué se
puede hacer por Jesús para alegrar, ayudar, rescatar y salvar al pobre,
excluido, marginado, rechazado o vilipendiado. El espíritu misionero está en la
acción que se hace por y para el otro y que deja de lado todo ensimismamiento o
egolatría: “La vida se alcanza y madura a
medida que se la entrega para dar vida a los otros”.[6]
Vivir el espíritu
misionero es preocuparse por ser buena noticia, más que anunciar la buena
noticia. Es salir de sí mismo e ir al encuentro del otro para ser su esperanza
y alegría. Es: “Salir de la propia
comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del
Evangelio”.[7]
Dar
vida y hacer práctico el espíritu misionero a través de un trabajo misionero es
el sentido mismo de la existencia de una parroquia. “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre”.[8]
EL CONSEJO PASTORAL PARROQUIAL
El trabajo misionero
por principio es comunitario. “Id y haced
que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he
mandado”[9], fue el mandato que Jesús dio a los
suyos, a sus discípulos. En la parroquia la comunidad de trabajo misionero se
hace visible en el Consejo Pastoral Parroquial. “El Consejo pastoral parroquial se fundamenta en la práctica de Jesús,
quien eligió a hombres y mujeres para formar una comunidad de discípulos y
enviarles a predicar el Reino de Dios”.[10]
Sus principios, actuaciones y su integridad con el espíritu misionero son
de vital importancia para el logro de convertir a las parroquias en “un lugar de transmisión de la fe y
testimonio de la caridad”.[11]
Los Estatutos Pastoral y Económico
Con la intención de
establecer un marco normativo que guíe las actuaciones del Consejo Pastoral
Parroquial, la Iglesia ha elaborado los Estatutos pastoral y económico. En
ellos se establece la normativa de la naturaleza del ente, su competencia,
organización y rol de sus integrantes y manejo económico.
Los Estatutos pastoral
y económico están llamados a dictar el sentido que el Consejo Pastoral Parroquial
debe asumir. En él se debe explicitar los principios que deben guiar toda
actuación pastoral de sus miembros. Sin embargo, al revisar este tema con
minuciosidad se encuentra una contradicción que en la práctica ha traído
consecuencias.
El Papa Francisco es
claro al decir: “La Iglesia en salida es
la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que
acompañan, que fructifican y festejan.”[12]
La iniciativa, participación, involucramiento, acompañamiento, sentido de
comunidad y espíritu misionero son los principios que deben primar en toda
organización pastoral de la Iglesia.
Al empezar a definir
el sentido del Consejo Pastoral Parroquial, los Estatutos, en su introducción, afirman
que “el Consejo pastoral es una instancia
de comunión y participación de todas las vocaciones del pueblo de Dios: sacerdotes,
religiosos y laicos”.[13]
Pone en relieve el espíritu de
comunión y participación de cada
uno de sus miembros. Sin embargo, a medida que continúa el escrito, el
principio de participación se lo sustituye
por el de consulta. Así, el Art 1.
Del Estatuto Pastoral norma que “El
Consejo pastoral parroquial es una instancia de comunión, consulta y corresponsabilidad eclesial”.[14]
Este
cambio que quizá en un inicio puede ser considerado de forma, en la práctica ha
sido de fondo. El Derecho Canónico 536 en su última parte afirma: El Consejo Pastoral tiene voto meramente
consultivo, y se rige por las normas que establezca el Obispo diocesano. Es
claro entender que ante ausencia del Obispo diocesano, en la parroquia quien
imprime las normas es el Párroco.
Y
es aquí cuando se refleja la contradicción, pues al dejar de lado el principio
de participación, hacer que el voto del Consejo Pastoral sea meramente
consultivo y regirse tan sólo por las normas que establezca el Obispo diocesano
o, en su defecto, el párroco de la parroquia, se quita la naturaleza
comunitaria, se priva a los miembros de ese espíritu de involucramiento y
participación que pide el Papa y se deja el destino del espíritu y actuaciones
del Consejo Pastoral al estilo de liderazgo que impregne el párroco de turno.
De
este craso error se han valido párrocos para expulsar de las parroquias
comunidades religiosas que están en contra de su estilo autoritario y egocentrista
o para disfrazar sus ambiciones personales y egoístas bajo el paraguas de
autoridad y legitimidad, que ante el desconocimiento, credulidad e inocencia de
los fieles han podido realizar sus oscuros deseos.
Pese
a esta contradicción, el desafío que se presenta es que los laicos puedan hacer
respetar el sentido comunitario, participativo y de corresponsabilidad que debe
imperar en el Consejo Pastoral Parroquial. De su realización dependerá el recto
camino que siga.
Conformación del Consejo Pastoral Parroquial
El sentido comunitario
invita a aceptar y buscar la diversidad, y tener un espíritu de apertura hacia
nuevos integrantes. La diversidad fortifica la personalidad de la comunidad y
amplía su visión.
Los Estatutos pastoral
y económico norman la composición del Consejo Pastoral Parroquial. El art. 3
determina: “El Consejo pastoral estará
conformado por miembros natos y elegidos. Los
miembros natos son: el Párroco (Presidente), el Vicario parroquial, y los
Presbíteros y Diáconos que presten servicio habitual en la Parroquia. Los miembros elegidos son: los
coordinadores de Catequesis, Liturgia, Caritas, Formación, Familia, Jóvenes,
Ministros extraordinarios de la Palabra y Comunión y de otros servicios
pastorales; un delegado de cada Comunidad religiosa inserta en la Parroquia; y
un delegado de cada Movimiento, Comunidad y asociación laical integrados a la
Parroquia.”[15]
Este artículo asegura la diversidad y reconoce la necesidad de integrar en un
mismo ente a todas las vocaciones presentes en una sociedad, es decir,
sacerdotes, religiosos y laicos.
El Papa Francisco
reconoce también esta verdad y así como hace un llamado a las parroquias a ser
una casa de puertas abiertas, también invita a las otras comunidades eclesiales
a integrarse a la vida de la parroquia: “Las
demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades,
movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el
Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores… Pero es muy
sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del
lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia
particular. Esta integración evitará que se queden sólo con una parte del
Evangelio y de la Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin raíces”.[16]
Aceptar el desafío de reconocer
y aceptar la diversidad e involucrar, llamar y acoger a distintas comunidades
eclesiales al seno del Consejo Parroquial, invita a sus integrantes a hablar con
un espíritu tolerante, respetuoso y participativo; a estar abierto a nuevas
formas de pensar; a conciliar principios y esfuerzos comunitarios; a establecer
un estilo democrático en la participación; y a tener un espíritu de escucha y
consenso. Atender este desafío es una tarea pendiente en muchas parroquias
(principalmente donde el estilo autoritario impera), pero es importante hacer
esfuerzos por lograr su plena realización.
El estilo de liderazgo del párroco
El Párroco es el
representante eclesial y portavoz del espíritu de la Iglesia en la parroquia. Su
presencia, actitud, actuación y estilo de liderazgo influye sin lugar a dudas
en el comportamiento, devoción y participación de los fieles tanto en los actos
religiosos como en las actividades pastorales. Al punto de llegar a convertirse
en referente y ejemplo para las actuaciones de muchos.
El estilo de liderazgo
del párroco debe ser armonioso con el estilo misionero que busca impregnar la
Iglesia en toda su estructura. Un estilo que permita hacer de la parroquia “un lugar de transmisión de la fe y
testimonio de la caridad”.[17]
Ser portavoz de la fe
y testimonio de la caridad son mandatos que deben vivir en el estilo de
liderazgo del párroco y que debe reflejarse tanto en los actos litúrgicos - religiosos
como en toda actuación dentro del Consejo Pastoral Parroquial y de la parroquia
en general. Ser testimonio de la caridad significa evitar una actitud de
imposición, de cero escucha, de dominio, de no apertura, de manipulación o de búsqueda de
espacios de poder. Pues como afirma el Papa Francisco: “Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas
convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que
los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de
gloria humana que se preocupan por cualquier medio, en lugar de dar la vida por
los demás en la misión”.[18]
Todo Párroco debe
estar siempre atento a velar y cuidar su estilo de liderazgo, al punto de evitar que caiga en la mundanidad espiritual
expresada por el Papa Francisco: “La
mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e
incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la
gloria humana y el bienestar personal”.[19]
Que el estilo de
liderazgo del Párroco esté acorde al estilo misionero puede llegar a ser un
tremendo desafío. Pues muchas veces el aceptarlo y practicarlo en muchos
párrocos representa un volver a nacer: “cuando
la gente se enfrenta con una nueva corriente, con un nuevo sistema de valores
que no es coherente con su estilo de vida particular – sea éste autoritario,
permisivo o democrático –, debe nacer de nuevo”[20].
Participación y compromiso de los fieles
La participación de
los fieles en el Consejo Pastoral Parroquial
empieza por su consciencia de
sentirse parte de él, es decir, de sentir que sus opiniones, ideas,
conocimientos y sugerencias son valiosas y pueden aportar al servicio de la
parroquia. Pero se cristaliza con el compromiso, responsabilidad y disposición
para hacerlas realidad. Una participación que solo se limita a sugerir, opinar
y hablar, sin comprometerse, fácilmente se degenera y se transforma en reproches,
quejas y malestares. “La tentación
aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debiera darse
innumerables condiciones para que sea posible la alegría”.[21]
Una participación
basada en la opinión, compromiso y disposición para hacerlas realidad
rápidamente busca formas de fructificar. Lucha siempre por ser propositiva y no
mantenerse en el relajado estado de sólo acatar. Se esfuerza por encontrar
nuevas formas de servir, de realizar las cosas. No se limita, ni acepta límites
impuestos por otros. No se encierra en búsqueda de la empatía con el párroco
sino que se concentra en el cumplimiento
de la vocación y realización del espíritu misionero. Sueña y aspira en grande y
rechaza con firmeza el paradigma del siempre se ha hecho así: “La pastoral en clave de misión pretende
abandonar el cómodo criterio pastoral del siempre se ha hecho así. Invito a
todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las
estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias
comunidades”.[22]
Una participación de
este sentido es lo que se necesita en el Consejo Pastoral Parroquial, porque
materializa el sentido de unión, comunión y mirada hacia fuera que debe
existir. La fortalece y la protege de caer en el aislamiento. No se encierra en
intereses particulares, ni caudillismos, acepta la diferencia y se esfuerza por
la inclusión y participación de todos: “Cuando
la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para
los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se
goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el
bien”.[23]
Ciertamente mantener
una participación animada, activa y comprometida es el desafío más importante
que tiene un laico en la vida del Consejo Pastoral Parroquial. Pues el vaivén
de la vida, los problemas familiares o laborales que se puedan suscitar, así
como las ocupaciones que los apremian, pueden distraer la atención y apagar el
fuego de la participación. Es importante estar siempre atentos y recordar que
la participación, más que un servicio al Consejo Pastoral Parroquial, es un
servicio al propio Jesús: “La alegría del
evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con
Jesús”.[24]
Los ritos litúrgicos y religiosos frente al
sentido de misionero
El Papa Francisco ha
exhortado a las parroquias lo siguiente: “Las
parroquias tienen que estar en contacto con los hogares, con la vida de la
gente, con la vida del pueblo. Tienen que ser casa donde la puerta esté siempre
abierta para salir hacia los demás. Y es importante que la salida tenga una
clara propuesta de fe. Se trata de abrir las puertas y dejar que Jesús salga
afuera con toda la alegría de su mensaje”.[25]
Esta exhortación pone
de relieve las dos intenciones que deben convivir y complementarse en la vida
parroquial y que todo Consejo Pastoral Parroquial lo debe tener como bandera
que guíe su actuación: “un lugar de
transmisión de la fe y testimonio de la caridad”.[26]
Ser
un lugar de la transmisión de la fe significa ser un lugar de encuentro con
Jesús, con su espíritu y su profunda espiritualidad. Es intentar crear el
ambiente que permita a los feligreses sentir en su corazón la paz de Cristo, experimentar
el inmenso amor que nos tiene y desear hacer realidad el espíritu de
fraternidad que debe imperar en nosotros. Es ser el lugar de vida del amor
misericordioso y desinteresado que busca solo nuestra alegría y libertad, y que
nos mueve a trabajar por los demás. Todo mensaje de transmisión de fe está
llamado a centrarse en esto que es lo esencial y trascendental. “Una pastoral en clave misionera no se
obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se
intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y
un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni
exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo
más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”.[27]
Y es justamente cuando
se pierde el sentido de lo esencial y transcendental en la transmisión de la fe
cuando los ritos litúrgicos y religiosos dejan de acompañar y reforzar el
espíritu misionero y fortalecer la intención de las parroquias de ser un lugar de
testimonio de la caridad. Pues se centra en dar primacía a la magnificencia de
Dios en lugar de su misericordia y amor de "madre"; se preocupa más en atención a
los detalles que al aporte que pueda dar; y se olvida que su sentido es
impregnar la pasión evangelizadora en otros, más que ser un momento de alivio
espiritual.
Sin duda este es
desafío trascendental y para muchas parroquias puede implicar reorganizar el
enfoque de religiosidad acostumbrado a practicar. Pero su atención significa
caminar bajo los pasos que el propio Jesús nos dejó.
Los desafíos aquí
expuestos no son los únicos ni tampoco se aspira a que sean los más importantes.
Cada parroquia en cada cultura experimenta distintos retos que impregnan
distintos desafíos con distintas prioridades. Sin embargo, los desafíos aquí
expuestos se consideran fundamentales de atender para lograr un correcto
direccionamiento en la tarea del Consejo Pastoral Parroquial.
CONCLUSIONES
Al ahondar en la vida
del Consejo Pastoral Parroquial se pueden mencionar las siguientes
conclusiones:
·
El
Consejo Pastoral Parroquial es la célula básica de la parroquia. De su vida,
acción propositiva, espíritu comunitario, centralidad en Jesús y claridad de su
misión depende que el mensaje del
evangelio pueda llegar a los corazones de las personas.
·
El
Consejo Pastoral Parroquial es un ente formado por todas las vocaciones de la
sociedad: sacerdotes, religiosas y laicos. Su legitimidad se sustenta en el
servicio y en la participación y trabajo conjunto de todos.
·
El
Consejo Pastoral Parroquial debe fundarse en el espíritu misionero de Jesús,
que trabaja por los más necesitados y evita convertirse en un círculo de
selectos u oficina de turno.
·
El
Párroco dentro del Consejo Pastoral Parroquial debe tener un espíritu de escucha,
inclusión y propuesta. Evitando ser quien lo domina y más bien animando para
que sus acciones sean fiel reflejo del espíritu de todos los miembros que lo
conforman
·
El
Consejo Pastoral Parroquial vive en la medida que los laicos se involucren, participen,
estén dispuestos a dar lo mejor de sí, velen por su desempeño y sean verdaderos
promotores de amor, servicio y solidaridad.
·
El Consejo
Pastoral Parroquial debe convertirse en el núcleo de encuentro de toda
comunidad eclesial, de todo esfuerzo religioso y de toda iniciativa social. Un
espíritu de apertura, inclusión, escucha y consenso es requerido para el
cumplimiento de su misión.
COMPARTIR DE VIDA
A raíz del estudio de
eclesiología realizado en el 2017, se sintió la necesidad de participar más
activamente en la iglesia. El camino recorrido hizo que ocupe el cargo de
Vicepresidente Parroquial. El papel de Vicepresidente Parroquial permite tener
la visibilidad del servicio presente en el Consejo Pastoral Parroquial, así
como también de las relaciones humanas existentes. En este camino de sentir y
gustar la experiencia se ha podido encontrar tanto desolaciones como
consolaciones
La primera desolación
que se encontró fue una falta de claridad de lo que el Consejo Pastoral
Parroquial es. En el mejor de los casos se lo concebía como un ente rector,
administrativo y de control cuyo espíritu tan sólo se refería a la letra muerta
contenida en los estatutos, mientras que en el peor de los casos se lo veía
como un órgano que debe seguir los deseos y aspiraciones de unos pocos. Por eso
razón este escrito fue elaborado con la intención de proporcionar un propósito
y una visión al trabajo del Consejo Pastoral Parroquial. Más que ser un plan de
acción particular, el objetivo fue plasmar los principios constitutivos
universales básicos que sirvan de inspiración para la participación y actuación
de cada uno de sus integrantes.
La siguiente
desolación encontrada se evoca al tema de la actitud de servicio encontrado. El
Consejo Pastoral Parroquial al ser un ente de la Iglesia, se sobre entiende que
el espíritu que debe reinar en los miembros sea de entrega y total disposición,
apertura y mirada positiva, esperanza y amor. Sin embargo, en la mayoría de los
frentes del servicio esto no ha sido lo común. Lo común ha sido ver una
generosidad limitada, muchas veces atada a intereses personales o a una actitud
de imposición; una búsqueda de protagonismo; una falta de confianza y esperanza
en el planteamiento de objetivos grandes; ausencia de participación; respuestas
negativas ante nuevos proyectos; una fe encerrada en sí mismos, sin ser capaz
de buscar medios para salir al encuentro del otro. Esta realizad que sin duda
existe en toda organización humana es un desafío para la tarea de liderazgo. Un
liderazgo que sea capaz de dar ejemplo, inspirar corazones y trazar un camino.
Un liderazgo que sea capaz de encauzar la actitud de servicio en su justo
sentido: misericordia, espíritu misionero y de verdadero servicio. Un liderazgo
que no sólo sea eclesial, sino también laical.
Pese estas dos fuertes
desolaciones, la mayor consolación fue encontrar la ilusión y la entrega de
persona que buscan participar de las tareas de la iglesia. Personas que llegan
con espíritu sano, sin egoísmo y con una predisposición a dar más de si cada
día. Estas personas sin lugar a duda representan la esperanza de la Iglesia.
Una esperanza que debe ser bien guiada para evitar se contamine del negativismo
o falta de colaboración que puede haber dentro de la organización, y que sepan
luchar por si mismos para ser contraparte y equilibrio; y ayuden a que el bien
siempre prevalezca.
La Iglesia como
institución humana siempre será imperfecta. Nunca será divina, ni perfecta. Es
importante tener esto claro. Por eso es necesaria la presencia de Jesús en
nuestros corazones. Una presencia que nos permita discernir con un corazón de
carne que sienta las necesidades del otro y actuar de tal forma que asuma los
dolores del otro como propios. Una Iglesia misionera solo es posible cuando
Jesús se convierte en el centro de toda actuación pastoral.
BIBLIOGRAFÍA
·
Santo Padre
Francisco, Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015
·
Covey Stephen, El
Liderazgo centrado en principios, Paidós Empresa, Barcelona, 1993
[1] Santo Padre Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 27
[2]
Ibíd., 26
[3]
Ibíd., 26
[4]
Ibíd., 26
[5] Mt
5, 13 - 16
[6]
Santo Padre Francisco, Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 10
[7]
Ibíd., 20
[8]
Ibíd., 40
[9]
Mt. 28, 19 - 20
[10]
Estatutos pastoral y económico, Introducción, pág. 3.
[11]
Santo Padre Francisco, El video del Papa, Red Mundial de Oración del Papa, www.elvideodelpapa.org
[12]
Santo Padre Francisco, Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 21
[13]
Estatutos Pastoral y Económico, Introducción, pág. 3
[14] Ibíd.,
5
[15] Ibíd.,
Art.3, pág. 5
[16]
Santo Padre Francisco, Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 27
[17]
Santo Padre Francisco, El video del Papa, Red Mundial de Oración del Papa, www.elvideodelpapa.org
[18] Santo
Padre Francisco, Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 66
[19]
Ibíd., 75
[20]
Covey Stephen, El Liderazgo centrado en principios, Paidós Empresa, Barcelona,
1993, pág. 226
[21] Santo
Padre Francisco, Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 8
[22]
Ibíd., 30
[23]
Ibíd., 3
[24] Ibíd.,
3
[25]
Santo Padre Francisco, El video del Papa, Red Mundial de Oración del Papa, www.elvideodelpapa.org
[26] Ibíd.
[27] Santo
Padre Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii
Gaudium, Buena Prensa, México, 2015, pág. 31
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